
1. Introducción
En esta ocasión le cedo la pluma, mejor dicho, el teclado, a Fernando Gaja i Díaz, arquitecto urbanista y urbanólogo, profesional de la práctica del Planeamiento y el Diseño Urbano, y teórico analista de los procesos de transformación de las ciudades. Sus trabajos toman en consideración el desafío que para las ciudades supone la hipótesis del no crecimiento, entre otros: Revolución Informacional, Crisis Ecológica y Urbanismo (2005) o Urbanismo Estacionario (2013). Actualmente es profesor retirado de Urbanística y Ordenación del Territorio en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia.
Es también un gran amigo y el autor de este artículo de invitado.

2. El origen de la idea de crecimiento
Todo empezó con la Biblia, en el Génesis (1:28), cuando Dios, después de crear a los humanos a su imagen y semejanza, los bendijo diciendo: “Creced y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y tened dominio sobre los peces del mar, las aves de los cielos, y todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Una bendición que, llevada al extremo, al dominio y sojuzgamiento de todo bicho viviente, ha devenido una maldición.
En nuestra tradición cultural hay casos similares. En la mitología griega encontramos otro relato que ilustra que quiere decir eso de morir de éxito, el del rey Midas quien obtuvo de los Dioses el poder de convertir en oro todo lo que tocaba. Absolutamente todo; y claro acabó muriendo de hambre al no poder ingerir alimentos, ya que al entrar en contacto con su cuerpo quedaban transformados en el preciado metal.
[1] La palabra sojuzgar tiene el significado de «mandar violentamente sobre alguien» y viene del prefijo so (debajo) sobre el verbo «juzgar» y este del latín iudicare = «dictar un veredicto».

3. La expansión demográfica humana en la tierra
Si quieres asistir a un escalofriante relato de terror, pero no de terror ficción, sino de terror realidad, del bueno, aquí puedes ver como aumenta segundo a segundo el número de nuestros congéneres.
Con el triunfo y extensión a todo el planeta de la revolución industrial se ha producido una explosión demográfica sin precedentes. En el siglo XIX la población se duplicó, en el XX se ha triplicado hasta alcanzar los 6.000 millones en el año 2000, y ahora, en la segunda década del XXI, ya hemos llegado a los 8.000.


4. Consumo infinito con recursos finitos
Con todo, no es sólo un problema demográfico, es que esa población obedeciendo el mandato divino, sojuzga y explota los recursos sin tino, sin ton ni son.
Una parte los consume como si no hubiera un mañana, como si fueran infinitos. Y no lo son. Es este un punto axiomático, cuya discusión frecuentemente se elude: nuestro planeta es finito. Lo son todos los recursos, tanto da que sean reciclables o no. Todo tiene un límite, tituló acertadamente Jorge Riechmann un librito suyo, absolutamente recomendable. La conclusión es clara: en un mundo finito nada puede crecer infinitamente.
En los dos últimos siglos, asumiendo inconscientemente la idea de que el crecimiento no tenía por qué tener límites, se impuso una ideología que ha pasado a ser conocida como desarrollismo, según la cual nada debe coartar la expansión del sistema productivo. Súmese el hecho de que el naciente capitalismo hizo del crecimiento uno de sus elementos medulares, llegando a identificar crisis y recesión con contracción del crecimiento del PIB, para crear unas condiciones de tormenta perfecta.
Por cierto, igual no está de más definir qué es el PIB (Producto Interior Bruto). Se trata de un indicador que refleja, en términos monetarios, los bienes y servicios finales producidos en un territorio durante un periodo de tiempo determinado. De esta manera, el PIB se ha convertido en el último siglo en un instrumento para medir la capacidad y la salud (o la enfermedad) de las economías.
5. Teoría del decrecimiento, crisis económica y depleción

Fue curiosamente un físico, Nicholas Georgescu-Roegen, quien, en su obra La ley de la entropía y el proceso económico (1970), combinando argumentos tomados de la termodinámica con otros de índole económica, formuló la idea base de lo que hoy se conoce como teoría del decrecimiento. Aunque Georgescu-Roegen, considerado el fundador de la economía ecológica, nunca llegó a hablar explícitamente de decrecimiento, sus ideas fueron bien acogidas por un grupo de pensadores, fundamentalmente franceses, quienes las han desarrollado y divulgado.
Esto de la crisis ecológica y la depleción recuerda la fábula del lobo. El palabro depleción, aunque de origen latino, ha llegado al castellano desde la jerga de la industria petrolera. En ella por depleción se entiende el agotamiento de un pozo.
Trasladado a los recursos en general, depleción equivale a consunción de los recursos por sobrexplotación.
Es más corto, precisos y contundente.
Un conocido economista francés, Serge Latouche, definió los siguientes criterios básicos de la teoría del decrecimiento como modelo económico: Reevaluar los valores individualistas y consumistas y sustituirlos por ideales de cooperación. Reconceptualizar el estilo de vida actual.
El decrecimiento rechaza el objetivo de crecimiento económico en sí del liberalismo y el productivismo;
Como dice el propio Serge Latouche:
«La consigna del decrecimiento tiene especialmente como meta, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento mismo, […] En todo rigor, convendría más referirse a «acrecimiento», tal como por ejemplo aludimos al ateísmo».
Serge Latouche
Volvamos al lobo. Tantas veces hemos oído aquello de que viene el lobo, que hemos acabado por no creer que existe. De pronto aquí lo tenemos, con las fauces rugientes dispuesto a engullir lo poco que hemos dejado del globo. Y nosotros paralizados de terror e incredulidad, sin atrevernos a entrar en la era del decrecimiento.
O, en el mejor de los casos, pensando que el ingenio humano nos volverá a libar de todos nuestros despropósitos y del ecocidio. Si te interesa este tema, pásate por este artículo de mi blog en que José E. Pérez Ortín se pregunta si la ciencia nos puede salvar (o no) de la sexta extinción masiva.
El lobo ha llegado. Por desgracia para nosotros. O podemos encomendarnos a nuestro santo preferido. Eso, si crees en ellos, claro.



Muy interesante. Riguroso pero fácil de leer. Al menos para mí. Porque hoy en día si no es fácil nadie lo lee…
Me alegro mucho de que te haya gustado y que haya parecido fácil de leer. Yo creo que la gente sí que lee, pero solo lo que le parece interesante y lo que le aporta e importa.
Muchas gracias por tu comentario.
Muy interesante, desde luego, o cambiamos nuestra manera de ver el mundo y percibir la economía o el lobo nos cambiará inevitablemente, con más crisis ecológicas, lo creamos o no actualmente…
Me alegro de que lo hayas encontrado interesante, Lucía. Lo que está claro es que la táctica del avestruz ya no funciona. La parte positiva, es que cada vez somos más las personas que estamos convencidos de que el modelo económico debe cambiar. Y también nuestro modo de vida. Gracias por tu aportación
Un artículo muy interesante, me ha dejado sin palabras el medidor de población al que enlaza y es que o cambiamos la idea del todo infinito y, racionalmente, vemos el mundo cómo el lugar con recursos finitos que es o el lobo nos acabará comiendo…
¿Verdad que el contador de personas es un flipe? Es una forma muy gráfica de ver cómo va aumentando nuestra presencia en la tierra y lo que eso supone en el uso de recursos.
La parte positiva es que cada vez hay más personas trabajando para cambiar nuestro sistema productivo y económico, a otro más razonable. La economía circular, por ejemplo.
Excellent post!
Thanks for your interest, Helen